Sabrina Pérez, campeona mundial de boxeo en peso pluma y oriunda de La Matanza, plantea reclamos respecto a la disparidad de género que existe en el mundo del pugilismo, en materia de salario. Su admiración por la “Tigresa” Acuña, el esfuerzo de la autogestión y su esperanza en las nuevas generaciones, en primera persona.
Por Federico Santillán y Tobías Yance
A sus casi 36 años, Sabrina Pérez se mantiene más que vigente. En marzo de este año se consagró campeona del mundo de la CMB en peso pluma ante la colombiana Yolis Marrugo, en una pelea que tuvo lugar en el Club Portugués de su natal Isidro Casanova. Así, obtuvo su segundo título mundial. El primero lo había conseguido en 2011, cuando se alzó con el Campeonato Femenino de peso gallo de la CMB.
Claro que competir por ese título no fue sencillo desde lo económico. Junto a su esposo, Diego Arruga, quien oficia tanto de entrenador como de promotor para Sabrina, tuvieron que vender varias de sus pertenencias, incluyendo muebles, computadoras, celulares y el televisor.
La diferencia salarial es algo que “la Muñequita”, como la conocen en el ambiente del boxeo, siempre remarcó. “Nos pegan igual, entrenamos igual, nos duele igual, hacemos lo mismo que un hombre y cobramos menos de un 5 por ciento de una bolsa mundialista”, denuncia.
Su soporte económico viene de la autogestión, aunque también tiene apoyo de sus sponsors y de grupos sociales como el Movimiento Evita, el Movimiento Ni Un Pibe Menos Por La Droga, el diputado Juan Carlos Alderete, la candidata a intendenta de La Matanza, Patricia Cubría, y el Sindicato de Empleados y Obreros de Comercio y Afines de Zona Oeste.
“Sin ellos, no podría pelear y defender el título en la ciudad en la que vivo”, asegura Sabrina, quien agrega que desea poder acortar la diferencia de salarios antes de terminar su carrera. “No solo por mí, sino por las boxeadoras que vengan detrás”, sentencia.
Una vida en el ring
El ambiente del boxeo se le había hecho evidente desde sus inicios en la disciplina, cuando tenía 16 años. En sus entrenamientos, había pocas mujeres presentes y tenía que guantear, mayormente, con los varones. Una de las pocas presencias femeninas era la de Marcela Acuña, la “Tigresa”. “La veía y quería seguir sus pasos”, comparte sobre la pionera del boxeo femenino, a quien vio como una referente y con quien aún mantiene contacto.
En 2017, previo a una pelea, Acuña se entrenó en el gimnasio de Sabrina y hasta planeaban tener un duelo, pero no pudieron concretarlo. Aunque no se considera a sí misma como una referente como sí lo es la Tigresa, Sabrina se muestra alegre ante la idea de que su carrera inspire a otras mujeres a seguir adelante. “Si eso las ayuda a salir de donde están y creer que los sueños se cumplen es buenísimo, porque con trabajo, sacrificio y esfuerzo realmente es así”, sostiene.
Pese a las dificultades que supusieron el cierre de su gimnasio en 2020, consecuencia de la pandemia y a la falta de televisación de sus peleas, Sabrina aún tiene mucho para dar. Ya tiene concretada una defensa de su título, fechada para el 22 de enero de 2023, aunque no se confirmó rival ni locación. De lograrla, tendrá otras dos más, siendo la segunda en el exterior, lo que marcaría la primera vez que pelea fuera del país. “Es una cuenta pendiente”, confiesa.
Consultada por los Juegos Olímpicos -”Para mí ya es tarde”, bromea-, manifiesta su apoyo a las boxeadoras amateurs que podrían representar al país en esa competencia. “Creo que de esas chicas pueden salir grandes campeonas”, se esperanza.