En 2020 se celebró la séptima edición del evento deportivo que año a año reúne a deportistas de todo el país con el objetivo de integrar a todo el colectivo en esta experiencia. En esta oportunidad, la sede fue Buenos Aires.
Por Iván Fernández y Micaela Seijas
El deporte es parte de la vida de muchas personas desde la infancia. Es una posibilidad de divertirse y generar vínculos que pueden durar para toda la vida. Pero no siempre es tan fácil: muchas formas de discriminación se vuelven palpables en esos espacios, aún más hacia las personas que forman parte del colectivo LGBTIQ+.
Así es como, con el objetivo de romper con esas situaciones, todos los años se celebran los “Juegos LGBT”, un evento multideportivo que convoca a delegaciones de todo el territorio argentino, e incluso, de países limítrofes como Uruguay y Chile. Hasta el momento, lleva siete ediciones disputadas.
La sede es, desde sus inicios, rotativa. Este año, el evento celebró su séptima edición en Buenos Aires, más específicamente en el Centro Nacional de Alto Rendimiento (CENARD) y en el Parque Olímpico. El encuentro es regido por la Secretaría de Deportes de la Federación Argentina LGBT y tiene como lema generar espacios inclusivos libres de discriminación que fomenten el espíritu deportivo del colectivo.
Dylan Cardozo, coordinador del área de deportes LGBT de Corrientes -provincia que más deportistas reunió en Buenos Aires-, destacó, en diálogo con Ídem, la función social que cumple el evento. “Tenemos personas que iniciaron los deportes con una identidad y después se empoderaron y autopercibieron con otro género. Es coordinar los deportes y, desde ahí, ver las necesidades que tengan y poder acompañarlos en ese proceso. El deporte termina siendo un anzuelo para atrapar a la gente y, desde ahí, ayudarlos en todos sus procesos, ya sea educativo, de salud, laboral y en estos casos de identidad”, resalta Cardozo.
Por otra parte, Leonardo Álvarez, corredor que obtuvo medallas en los 1500 y 5000 metros en la edición celebrada en 2022, contó que siempre hubo situaciones de violencia en otros torneos. “Incluso con gente que te seguían en redes y después que ven que sos activista del colectivo, como en mi caso, te dejan de seguir por pertenecer. No quieren involucrarse o sienten que se podrían ‘contagiar’, algo que es de loco, pero que todavía la sociedad o parte de ella piensa eso”, se lamenta.
Para muchos deportistas, el equipo es una familia. Carlos Sandoval, miembro de Yaguaretés de Corrientes, lo siente así. “Yo pertenezco al grupo de vóley y todos conocemos las historias de vida de cada uno, nos apoyamos y nos cuidamos un montón- comparte el deportista-. Luchamos para que todo el equipo vaya. Sinceramente, es un lugar de contención muy lindo, para muchos un cable a tierra, para otros una salvación, porque quizás sea el único lugar donde le brinden amor, atención y momentos lindos”, concluye.
