Pionera en el país de un deporte poco aceptado para equipos femeninos, la ex jugadora de rugby, Mónica Mottura, se dedica actualmente a fomentar y apoyar a mujeres para que rompan el estereotipo y puedan comenzar a practicar deportes de contacto. En esta nota repasa sus inicios y analiza el presente de una actividad en crecimiento.
Por Fabrizio Valerio y Alejandro Rodríguez
Hace 35 años, exactamente el 23 de noviembre de 1985, se disputaba el primer partido de rugby femenino en Argentina: en la cancha del club GEI, el equipo local recibía a Alumni, en un partido totalmente amateur. Ese día, las gradas estuvieron llenas. El boca en boca hizo que la noticia llegara a todo el barrio. El paisaje era ideal: familias con mate en mano disfrutando del partido, canciones de aliento y hasta la promesa de volver cada vez que jueguen.

En ese encuentro, Mónica Mottura, ex jugadora de rugby femenino, era capitana de GEI. “Dos meses antes de jugar, habíamos empezado los entrenamientos, éramos alrededor de 18 chicas, todas amigas de las tres hijas del entrenador, Rodolfo ‘Pichi’ Ruffo, quien fue una persona fundamental para que todo esto empezara a tomar forma”, recordó.
En aquel momento, el rugby femenino era algo impensado para las mujeres. Tanto era así que Mottura no dimensionaba en ese primer entrenamiento que su vida iba a dar un giro de 180 grados. “Mi primera sensación del rugby fue hermosa, me enamoré, siempre me gustaron los deportes extremos”, expresó.
Por esos años, Argentina dejaba atrás la dictadura militar y, en ese contexto, salir de los cánones establecidos era un acto revolucionario, sumado a que, según Mottura, se trata de un deporte “machista”: “Al principio, no nos tenían fe. Yo no entendía por qué no podía jugar al rugby siendo mujer. Los hombres nos decían que vayamos a lavar los platos. Después, cuando veían que tacleábamos, hacíamos pases y jugábamos tan bien como ellos, empezaron a seguirnos”.
Su familia fue un apoyo incondicional: aunque al principio hubo ciertas dudas, la deportista se puso firme y terminó convenciendo a sus padres para practicar este deporte. “Mi mamá cuidaba a mis hijos cuando yo participaba en los torneos, fue muy importante para mí esa contención”, destacó.
Un presente ligado a la gestión
Hoy en día, ya retirada, la ex jugadora se desempeña como secretaria en la Subcomisión de Rugby Femenino de la Unión de Rugby de Buenos Aires (URBA). Su objetivo principal es fomentar y desarrollar el femenino, darle posibilidades a las chicas con torneos, brindando todos los servicios y derechos disponibles. “Hoy estoy otorgando todo lo que me hubiese encantado tener cuando jugaba. En aquella época, nadie nos organizaba ni un partido, los organizábamos entre nosotras y coordinábamos con las demás jugadoras. Éramos solo tres equipos en Buenos Aires”, recordó.
La actualidad del rugby femenino es totalmente distinta, según Mottura, aunque reconoce que falta bastante por mejorar. Si bien el rugby femenino está profesionalizado y cuentan con un equipo de Selección Nacional (Las Yaguaretés), sus integrantes sólo reciben un bono económico, el cual, en palabras de la ex rugbier, “es insuficiente”. “Es algo lógico, por un tema de tiempo. Los hombres nacieron con una pelota en la mano y a nosotras nos daban muñecas. Todavía falta más desarrollo, se necesitan más nenas en ligas infantiles que cumplan una trayectoria. Recién ahí se va a equiparar en ambos géneros”, consideró.

Por último, la ex jugadora señaló la importancia de hablar con los padres y madres de las niñas interesadas en este deporte para explicarles su dinámica. “Hay que mostrarles cómo es y cómo funciona, tienen que saber que hay profesionales que van a ayudar a sus hijas para que sean deportistas y entender que el rugby no tiene género”, concluyó.